Conocemos dos hábitos del trauma. Uno es la amnesia, ese olvido que no se opone al pasado sino que lo sustituye por un vacío anestésico y conmemorativo. El otro es la porfía del recuerdo en su supuesta plenitud.
La novela de Thays no subestima ni pasa por alto estas costumbres. Hay, para el primer caso, un hombre que pierde la memoria y aprende chino luego de matar a su esposa e hijo en un accidente vehicular. Y, para el segundo, una Comisión de la Verdad que difunde testimonios del terrorismo en el Perú de los ´80 y reparte dinero a campesinos de la zona más golpeada.
Como prueba el número de páginas que les dedica (aproximadamente 26/ 224) coquetea con ellos, los nombra, los orilla y, finalmente, nunca los detona. Acaso ¿debería sucumbir ante la inepcia del velo y la reproducción?
Es cierto que los héroes de Un lugar llamado Oreja de Perro son seres traumatizados: un periodista que perdió a su hijo y fue abandonado, después, por su mujer; la joven embarazada (¿por violación?) que habla con los ángeles y es hija de desaparecida. Pero, mientras el género psicológico los predispone a agolparse en el troupe de las víctimas, ellos prefieren otra cosa… Hay algo en el formato de sus memorias y de sus olvidos, una modestia, una audacia –mucho más productiva y mucho menos tolerable para la consciencia- que se resiste a la ajenidad y a la distancia de aquello que les abruma.
Y es que lo que en verdad le interesa a Thays no es la justicia para el herido (supongamos que el periodista encuentre un buen amor, el violador extravíe su miembro o los restos insepultos de la madre sean hallados) sino la responsabilidad en el uso del trauma y su materia prima, o mejor: el anuncio de su posibilidad.
Mientras el mal gusto de algunos freudianos planee sobre la figura del trauma, grupos e individuos seguirán abusando de sus ventajas, purificándose en la tranquila pose del damnificado. Es evidente, sin embargo, que algo de esa estrategia captura al sujeto en una especie de pasividad y esteriliza cualquier acción sobre la memoria, sus significados y renovaciones.
Si Un lugar llamado Oreja de Perro es, principalmente, una denuncia es porque sus personajes reniegan de lo que ciertos gobiernos, sociedades y personas perpetuan; porque reconocen (y no seccionan) el bloque injurioso de la historia; porque eligen el sentido a la autocomplacencia y el entendimiento responsable al placebo.
AGRADECIMIENTO (o material consultado).
- Vezzetti, H. (2003). Pasado y Presente. Guerra, dictadura y sociedad en la Argentina. Buenos Aires: Siglo XXI.
- Vezzetti, H. (2009). Demanda de Memoria.
ALGUNOS ENLACES QUE PUEDEN INTERESAR AL LECTOR:
- La ciudad y los perros (Fernando Bogado).
- Subjetividades del horror (Entrevista de Damian Blas Vives)
- “En el Perú la violencia política nos afectó a todos” (Entrevista de Silvina Friera)
- Escritor Iván Thays publica libro Un lugar llamado Oreja de Perro (DOP)