2/8/12

AL SUR DE LA FRONTERA, AL OESTE DEL SOL


El Desierto del Amor[1]



Y con las luces del alba
Antes que tu te despiertes
Se hará ceniza el deseo
 me marcharé para siempre.
Y cuando todo se acabe
Y se hagan polvo las alas
No habré sabido por qué
Me he vuelto loco por nada
(Pedro Guerra. “Deseo”)

            Puede que Lacan y sus secuaces encuentren irresistible otorgar a esta novela de Haruki Murakami los prestigios sintomáticos que conlleva el deseo. Si la narración demora, una vez tras otra, su satisfacción (o, más bien, su imposibilidad) no es para dilatar la intriga, sino para abordar esa zona inhóspita y desértica que precede –y sucede- amores primarios.
            Para decirlo de entrada, durante 25 años, Hajimé sólo se ha dedicado a cultivar las proezas del deporte burgués: la de un camalote que se abandona a la inercia cotidiana.
            Hijo único de una familia de clase media con mascota y jardín, pasa su infancia sin respirar las secuelas de la reciente guerra; la adolescencia entre el bachillerato, la universidad y revueltas estudiantiles tan clisé como sus exploraciones sexuales. Cuando orbita la veintena, los días oscilan entre la soledad y el trabajo desganado; y a los treinta –como la mayoría de la gente de su clase social, cultura globalizada y un aspecto físico que no cae en el ángulo inferior- se casa, tiene hijas, monta una empresa agradable y rentable, mantiene relaciones pseudo-conflictivas con su suegro, hace vida sana y, ocasionalmente, es fiel.
Pues sí: la biografía de Hajimé no es propensa a lo “no autorizado”. De ahí esa sensación de deja-vú que provoca su lectura, de ahí las ganas de abofetearlo… Porque, hay que admitirlo, es el logotipo de lo políticamente correcto y disciplinado; una muestra de esa legión de criaturas insípidas y ridículas que aspiramos a una “zona franca” que apague los automatismos.
Mezcla fallida de huida, acontecimiento y delirio, Shimamoto, como todo primer amor, hereda las medidas y colores que uno desee darle; o, en palabras de Murakami, su arte consiste en crear las cosas que no tienen forma.
Sin embargo, dadas las suturas infantiles y narcisistas de que están hechos los recuerdos, dada la depuración (de cojeras incluidas) y la mala luz que empañan los reencuentros, el desgarro no puede ser más que mecánico… No hay solución para el vacío. Alguien, quizás, por una temporada, lo orille; pero sólo para profundizar, después, el fracaso de una vida extraordinaria, lo insulso de lo holgado, y la promesa de un amor verdadero. O, lo que es más o menos lo mismo, para dejar al desnudo nuestra ilusión de adultez, nuestra alienación y nuestro eterno complejo de la Cenicienta.


[1] Frase que da título a una novela de Francois Mauriac (1925)

25/6/12

¿Quién puede matar a un niño?


FICHA TÉCNICA

Título original:¿Quién puede matar a un niño?
Apta para:----------
Duración: 112 minutos
Fecha de estreno: 1976
Nacionalidad: España
Dirección: Narciso Ibáñez Serrador
Productor: Manuel Salvador
Distribuidora: Penta Films
Guión:
Narciso Ibáñez Serrador (con el seudónimo de Luis Peñafiel)
Obra literaria en la que se basó: El Juego de los niños (Juan José Plans, España, 1976)
Interpretes principales: Lewis Fiander,  Prunella Ransome, Antonio Iranzo, María Luisa Arias
Música: Waldo Ríos

RESEÑA : OJO X OJO

Las tropas rusas han liberado el campo de concentración de Auschwitz. Las SS se apresuraron a ejecutar y quemar a los prisioneros. Los hornos llegaron a ser insuficientes optándose por incinerar a los cadáveres al aire libre. Se ha permitido el acceso al pueblo polaco para que sea testigo de lo que ocurría tras las alambradas del campo.
Los prisioneros eran tatuados para su posterior identificación. Algunos fueron utilizados en experimentos de laboratorios tales como inoculación de microbios, implantación de células cancerosas, injertos de piel, etc. A muchos niños se les destinó a estos experimentos. En pantalla vemos a un menor que fue trepanado provocándole una hemiplejía irreversible.
Estos planos, rodados por las propias cámaras de las SS, nos muestran a prisioneros obligados a llevar sobre sus hombros, camino de las fosas, los cuerpos de sus familiares. También las palas mecánicas que llegaron a utilizarse dada la gran cantidad de muertos.
Documentos capturados prueban que en Auschwitz fallecieron cerca de 100.000 hombres y mujeres de los cuales 40.000 eran niños menores de catorce años. En el momento de la liberación solo sobrevivían 2 385 menores, casi todos enfermos de tuberculosis o anemias agudas causadas por falta de alimentos y atención médica. 



 
La independencia de la India ha traído un éxodo de millones de seres humanos  al tiempo que altercados, escaramuzas y venganzas conforman una guerra no declarada que ya ha arrojado un saldo de millón y medio de muertos. Pero las víctimas no son sólo causadas por esta guerra ya que las poblaciones emigrantes no encuentran asilo teniendo que agruparse en improvisados campos donde se carece de agua y alimentos. Las imágenes nos muestran uno de los muchos camiones que a diario transportan hacia las fosas comunes los cuerpos sin vida de ancianos y niños. La ayuda que sobre India y Pakistán vuelcan las Naciones Unidas no es suficiente. UNICEF señala que en esta región de la Tierra está muriendo un niño cada cinco segundos.



Después de tres años y un mes de lucha, el pasado 27 de julio se firmó el armisticio que ha puesto fin a la guerra de Corea. Tras la paz, los huérfanos coreanos han encontrado refugio, protección y alimento gracias a las diversas entidades benéficas norteamericanas y al incondicional apoyo del gobierno de Washington que ha levantado en las afueras de Seúl hospitales y centros de recuperación. En estos centros los niños son atendidos, alimentados y rehabilitados tanto física como psíquicamente; se les enseña a valerse por sí mismos y a practicar deportes. Tras la guerra y gracias a esta humanitaria labor miles y miles de pequeños coreanos que han quedado sin familia aprenderán a enfrentar con optimismo un futuro de paz.


Continúa la guerra en la península Indochina, en todas las ciudades de Vietnam del Sur se producen constantes manifestaciones en contra del actual gobierno. Las granadas estallan en las calles cegando vidas de hombres y de niños.  El ejército de los Estados Unidos ha desembarcado hasta medio millón de hombres,. Estas fuerzas, sumadas a la indudable eficacia y modernismo de su armamento,  llevarán, sin duda, la paz al sudeste asiático. Los aviones norteamericanos bombardean a diario objetivos militares. A veces, como las imágenes que vemos en pantalla, las bajas las sufre la población civil. En la aldea de Tiana han perecido cientos de mujeres y niños abrasados por el napalm.


Acaba de cumplirse el segundo año de guerra civil en Nigeria. Las tribus sureñas terminaron por cercar la región de Biafra, zona más afectada por estos sucesos. La población biafreña huyendo hacia el norte se ha refugiado en rústicos campos de concentración pero, por la carencia de alimentos y asistencia médica, la muerte se cierne sobre ellos. Estos males se unen a la terrible sequía que, desde hace seis meses, azota Mauritania, Malí, Niger y Chad. Sobre once millones de seres humanos pesa la amenaza de una muerte por hambre o por sed. La ayuda recibida es insuficiente. Se necesita de forma imperiosa asistencia médica y alimentos. Como siempre, los más afectados por esta tragedia son los niños. La Cruz Roja Internacional calcula que hasta ahora, por deshidratación o falta de alimentos, han perecido más de trescientas mil criaturas.



Así. Con estos datos y estas imágenes;  con esa voz en off al estilo National  Geographic; entre risas y cantos infantiles,  comienza ¿Quién puede matar a un niño? (Narciso Ibañez Serrador, España, 1976). Como un documental concientizante. Como la fórmula ideal para iniciar cuentas regresivas de catástrofes inevitables[1]. O, al menos, para darle algún sentido a la tragedia de Evelyn y Tom, la pareja inglesa que protagonizará los siguientes 93 minutos del film.
A pesar de sus dudas, Evelyn y Tom son personas bondadosas con los niños. Lo sabemos por sus comentarios y por sus gestos en la tienda de fotografías[2] o en la posada de
Benahavís[3].
Tom es un profesor de biología que recuerda con nostalgia el verano que pasó, hace once años, en Almanzora. Evelyn espera su tercer hijo, lleva siete meses de embarazo. Y Almanzora es una isla de España y un anzuelo imaginario para los protagonistas: un lugar adorable que reúne, entre sus atractivos, condiciones previas al capitalismo[4] (carece de multitudes[5] turísticas, de bullicio, de cobertura médica; de medios instantáneos de comunicación y de transporte con el continente; es sereno y la gente no pone llave a las puertas que dan a la calle). Sin embargo Almanzora es, también, un escenario póstumo. Los escombros de lo que estuvo antes y de lo que vendrá después. El paraíso perdido y el Apocalipsis.
Porque nada de todo eso que la isla prometía encantador parece existir sin Tom (y, tal vez, sin el fantasma capitalista). A poco de arribar a la isla él descubre (e intentará ocultarselo a Evelyn) que la isla no se parece en nada a un mundo feliz: los niños juegan y ríen a carcajadas, sí, pero casi no responden a las conversaciones de los adultos y son de rabia mirar… Son, sin duda, la mayoría demográfica; y a decir verdad terminarán siendo los únicos habitantes del pueblo a golpes de bastón, piñatas humanas, telepatías[6] y tijeras…a pesar de las armas, la tecnologías,  la policía y  las moralinas (es decir, a pesar de  las grandes estrategias modernas de dominación, conquista y defensa de los mayores).


[1] Por que si hay algo peor que la guerra, eso es la postguerra.
[2] Evelyn se sorprende ante las imágenes que trasmite el televisor de la tienda de fotografías:
Evelyn: Tom ¿qué es eso?
Toma (que hace un instante ha solicitado seis rollos para su cámara y aguarda a que
 el vendedor regrese) sube el volumen de la TV y ambos escuchan:
“Los sacrificios de los bosos en señal de protesta por la guerra han sido inútiles. Los
restos del ejército tailandés, mezclados a civiles, huyen hacia el puerto de XX
 tratando de alcanzar los barcos de la flota norteamericana que los llevará a Filipinas.
 La defensa Bangkok se ha desplomado estableciéndose un puente aéreo para la
evacuación de la capital donde reina el caos. Los cadáveres se amontonan al tiempo
que UNICEFy la Cruz Roja Internacional piden ayuda para más de 30 mil niños heridos
o huérfanos. Con la Caída de Tailandia… (El protagonista baja el volumen del televisor)
Vendedor (Observando el gesto angustiado de Evelyn). El mundo está loco. Lo malo es que los que siempre pagan el pato son los niños. Si hay guerra, los niños. Si hay hambre, los niños.
Evelyn: Tiene razón ¡Qué horror!
Tom: Sí
Evelyn: ¿30 mil dijieron?
Tom: Sí (Min. 15.50-17.00)
[3] Evelyn: ¡Que te pasa algo más!
Tom: Bueno, recordaba lo que nos dijo el vendedor de la tienda de fotografías. Los hombres están locos, pero los que pagan siempre sus locuras son los niños. (Mira los titulares en el diario y lee) Ahora que con la caída de Tailandia así entera es de los comunistas, hay guerra civil en China por la muerte de Mao.
Evelyn: En Asia, en Benahavís no hay guerra.
Tom: En Benahavís hubo una guerra civil, Ivy, y puede que haya otra… ¿Te acuerdas de La Dolce Vita?
Evelyn: ¿La Dolce qué…?
Tom: La Dolce Vita, una película italiana muy vieja.
Evelyn: No
Tom: En ella se cuenta la historia de un hombre lleno de paz y sabiduría. Casado y con dos hijos. Amaba a su mujer. No tenía grandes problemas. Hasta que una noche coge un revolver, mata a sus niños y se suicida.
Evelyn: ¿Por qué?
Tom: Tal vez para evitarle a sus hijos el mundo del futuro.
Evelyn (mirándose el vientre): Tú también querías matarlo.
Tom(acercándose a su mujer y acariciando su vientre): Por que ya teníamos otros dos y …
Evelyn: Podremos con tres. Y gracias a él conoceré Almanzora… ¿Estas arrepentido?
Tom: No, claro que no.
Evelyn:  Asesinar a los hijos para que no sufran los errores de los hombres de hoy… ¡Qué barbaridad! (min. 20.28-22.12)
[4] Siempre teniendo en cuenta que en todo lugar adorable la bebida oficial es la Coca Cola.
[5] No de comunidades.
[6] Hacemos una breve detención aquí porque la telepatía entre los niños tendrá un rol muy importante en esta historia. Aparece en dos oportunidades. Cuando Evelyn le permite a una niña oír su vientre y cuando la pareja huye hacia el otro lado de la isla (allí donde los pequeños todavía no han sido “contaminados” pero que se transformarán al contacto visual con aquellos niños que persiguen a los protagonistas). El primer episodio es el que más nos interesa en tanto desencadenará, hacia el final de la película la muerte de la mujer, una muerte desde el interior, desde su vientre mismo:
Evelyn (llorando) Tom, Tom, está matándome… están allí arriba, arriba, ¿no oyes cómo se ríen? Se ríen porque ellos saben… saben que lo que llevo aquí (en el vientre) es… Tom… Tom es… es uno de ellos (la mujer comienza a golpear su vientre mientras su marido intenta detenerla)… es uno de ellos ¡está matándome! Tom, Tom, en el bar, en el bar una niña, una niña se acercó a mí y me tocó. Perdóname, tocó as nuestro bebé (Desangrándose) Perdóname (min. 1.38.41- 1.40.35)

11/6/12

El Pueblo de los malditos (1960)


FICHA TÉCNICA
Título original: Village of the Damned
Título alternativo en habla hispana: El pueblo de los malditos
Apta para: todo público
Duración: 77 minutos
Fecha de estreno: 1960
Nacionalidad: Reino Unido
Dirección: Wolf Rilla
Productor: Ronald Kinnoch
Distribuidora: Metro-Goldwyn- Mayer (MGM)
Guión : Stirling Silliphant
              Wolf Rilla
              Ronald Kinnoch
Obra literaria en la que se basó: Wyndham, John, Los cuclillos de Midwich (Inglaterra, 1957)
Interpretes principales: George Sanders, Barbara Shelley , Martin Stephens, Michael Gwynn, Laurence Naismith, Richard Warner, Jenny Lair, Sarah Long, Thomas Heathcote. Charlotte Mitchell, Pamela Buck, Rosamund Greenwood, Susan Richard, Bernard Archard, Peter Vaughan.                                          
Música: Ron Goodwin

RESEÑA
Algún día entenderemos por qué todos los padres y algunos amigos desesperan cuando no escuchan tu voz al teléfono. Hasta entonces El pueblo de los malditos (Wolf Rilla, Reino Unido, 1960) puede darnos una idea de los hilos que guían sus preocupaciones. Porque la historia de Midwich empieza por ahí, por ese salvaje laboratorio de conjeturas que es la falta de comunicación.
Alan y Gordon (de vínculo: cuñados y amigos) conversan por teléfono. De pronto, uno de ellos deja de responder. El fenómeno ya asombraría si fuera único, pero por triplicado[1] suena alarmante y empuja “razonablemente” a la inspección.
Es que, por algunas horas, el pueblo entero había quedado completamente anestesiado bajo el manto de un “estático, indoloro, invisible” (min. 19.22) y helado sueño, reuniendo todos los requisitos que la extravagancia exige para autorizar peritajes; exámenes físicos, biológicos y psicológicos de la población; análisis del suelo, las cortezas, los metales y el agua; un plan de vigilancia constante, discreto y centralizado; silencio frente al periodismo y la opinión pública… seguridad nacional le llaman (min. 19.55)…
Dos meses después las cosas no estarán mucho mejor. Mientras la modorra colectiva simula llevarse mal con la pena y con la gloria, un reguero de embarazos sorprende a todas las mujeres fértiles del poblado. Algunos son bienvenidos; otros imposibles o imperdonables. Todos, tarde o temprano, van a desbaratar aquella frase de Tolstoi que parecía perfecta: “Todas las familias felices se parecen entre sí; las infelices, en cambio, son infelices cada una a su manera”. Pues, en Midwich, las familias desdichadas suelen tener “hijos”[2] nacidos más o menos en la misma fecha, rubios, superdesarrollados, inteligentes[3], asentimentales[4] y “con esos extraños ojos” (min. 32.23); niños que van juntos a todos lados y que, sobre todo, aprenden[5]  y ajustan sus cuentas con el mundo[6] según leyes que sólo ellos conocen.
¿Amenaza social o una oportunidad para la ciencia[7]? Esa es la pregunta que hace posible el aislamiento de los Niños: educación, su vigilancia y –cuando las cosas escapen al control y el  entendimiento del hombre, cuando “vivan sin respetar nuestras leyes” (min 01.04.12)- su exterminio, su eliminación[8]… todo junto por el mismo precio y en el mismo lugar.


[1] Han llamado también al almacén y al correo, ningún teléfono responde (min. 05. 08)
[2] El título de la novela que da origen a este film nos puede ofrecer una idea de porque es necesario colocar comillas a este término; el “cuclillo” es un pájaro muy conocido por sus características parasitarias, que deposita los huevos de sus crías en el nido de otras aves.
[3]  Niños “jóvenes, bellos y sanos” como los ideales nazis tan comunes y adorados en nuestras sociedades contemporáneas (Agamben)
[4] David le dice a su padre “Si no tuvieras sentimientos … serías poderoso como nosotros” (min. 01.07.22)
[5] Gordon: Esta caja es un producto de ingenio oriental. No hay medios visibles para abrirla pero si haces lo que te mostré, podrás abrirla. Veamos si puedes. No es fácil.
Alan (abriendo la caja en una habitación donde también se encuentra David, uno de los niños nacidos de la extraña epidemia de embarazos postmodorra colectiva): Por aquí.
Gordon: Lo lograste. Espléndido. (…) Ahora observa esto. Y no olvides que solo tiene un año (entrega la caja oriental a David). Adelante, Davis, ábrela… sí, tiene algo adentro: un chocolate.
Anthea (entrando en la habitación). Es hora de bañarse jovencito (se lleva al niño)
Alan: ¡Pero eso es fantástico!
Gordon: ¿Eso crees? Ven conmigo
(En casa de una  familias donde vive una de las Niñas)
Gordon: Es solo una caja con un chocolate.
Madre: Nunca le he dejado comer chocolate señor.
Gordon: No le hará daño, acabo de darle uno a David (Entrega la caja a la Niña y esta la abre con total facilidad)
Alan: Pero ¡No le mostraste cómo hacerlo!
Gordon: Eso es lo que quería que vieras. Si le enseñas algo a uno, todos lo saben (Min. 35.54- 38.14, las negritas son mías).
[6] Algunos hechos extraños, no violentos ocurren en la comuna, todos vinculados a los Niños y suceden particularmente cuando Ellos se sienten amenazados:
*    Un niño, muy buen nadador, se ahoga de forma inexplicable (min. 46.50).
*    Un hombre, Ed Pawle, casi atropella y lastima  accidentalmente a una Niña. Le pide disculpas, posteriormente, como si fuese movido por un automatismo, regresa a su coche, acelera  y se estrella contra un muro. El veredicto de la justicia: muerte accidental (min. 52.30- 55).
*    James Pawle cree que la muerte de su hermano no ha sido para nada “accidental”, está convencido de que fueron los Niños quienes la provocaron. Quiere detenerlos y lleva para ello una carabina. El Señor Zellaby (Gordon) intenta convencerlo de que regrese a su casa. Segundos después cerca del grupo de Niños, toma su arma y la coloca sobre su cuello, luego dispara (min. 55-58).
*    Un grupo de vecinos se acerca al asilo de los Niños con ramas de fuego… quieren acabar con ellos. Sus acciones se vuelven misteriosamente contra sí mismos (min 1.05.49).
[7] Alan: es que yo no tengo tu fría objetividad científica. Las personas no valen por su inteligencia. Lo que importa es si son buenas o malas y éstos son malos.
Gordon: Son niños, Alan. No nacen con un código de valores morales. Hay que enseñarles, con su inteligencia será fácil (min. 41-42)

Conferencia en Londres
Gordon: ¿ No ven lo que harán? Si los aprisionan privarán al mundo científico de una gran oportunidad
Miembro del comité: ¿Oportunidad para qué?
Gordon:  Para estudiar. Caballeros, muchas cosas se han dicho sobre el poder de esos niños, pero nada sobre la naturaleza de ese poder . Nos enfrentamos ahora a un bloque mental, a un desarrollo completamente nuevo, como una colonia de hormigas o abejas. Estos niños quieren vestirse igual. Y lo que aprende uno, los otros lo saben. Lo he demostrado. Son una mente a la décima potencia. Piensen lo que significaría si pudiéramos guiarlos. Nuestro avance científico sería increíble.
Leighton: A riesgo de ser destruidos.
Gordon: Hay que eliminar lo que no comprendemos. La edad del terror hacia lo desconocido.
Alan: Leighton tiene razón en algo: esos niños son una boomba de tiempo…
[8] Alan: Los batallones rusos al oeste de los Urales tienen un nuevo cañon que puede disparar un proyectil a 100km de distancia, un proyectil atómico. Hicieron unas maniobras de prueba ayer en la villa Raminsk donde vivían los Niños. La villa Raminsk ya no existe.
Anthea: ¿Quieres decir que sus habitantes…?
Alan: La aldea entera. No dieron aviso de evacuación para que los niños no supieran lo que sucedía. Se desarrollaron mas rápido que los nuestros y empezaron a controlar todo. El ejército intentó atacar pero la maniobra fue desastrosa para todos.
Gordon: Ya veo. Supongo que ahora borraremos Midwich del mapa.

Gordon Zellaby sospechando de las decisiones nacionales y sabiendo que los Niños confían en él prepara una bomba. Sabe también que los Niños no han logrado aún ver el proceso de pensamiento, aquello que lleva a los seres humanos a formular conceptos; ellos mismos le han confesado esta deficiencia… Entonces pensará en un gran muro de piedra, al menos hasta las 20.30, cuando la bomba estalle en el edificio que hospeda a los Niños.

5/5/12

Un ensayo de lectura sobre “El Bebé de Rosemary”



A MODO DE INTRODUCCIÓN

Como en algún momento de su historia – década del veinte a finales de los cincuenta aproximadamente- el cine de terror no podía abstenerse de Condes Dráculas, monstruos, brujas de la Inquisición y demás “otredades”. Así como casi nunca pudo omitir los efectos de sonido y las brumas que hicieron posibles muchos de nuestros sustos. De un tiempo a esta parte parece que no puede prescindir de la etapa evolutiva más inocente pero también más perversa y polimorfa que haya fabricado la sociedad moderna (Ariés, 1960/1987): la niñez.
En efecto, desde los últimos años de los sesenta son muchas las películas de terror made in USA que han elegido las figuras y las costumbres infantiles como matriz, explicación, sino como encarnación misma de lo siniestro y/o la maldad (Robin Wood, 1979/1987).
Creemos que la insistencia en este lazo no es una casualidad ni, únicamente, una fórmula comercial. Como planteaba Roland Barthes (1970/1980) aunque no sabemos “si las cosas repetidas gustan – como dice el proverbio-  (creemos) que, por lo menos, significan” (pág. 14), son mensajes, usos sociales.
El presente trabajo pretende ser  un ensayo de lectura acerca de algunas modalidades de enunciación utilizadas en el film  El bebé de Rosemary (Polanski, Estados Unidos, 1968), una de las primeras películas de terror que enlaza la “maldad” con la imagen del infante.
Como los cambios nunca son tajantes, la novedad, en tanto categoría estético-discursiva, solo puede ser relativa ¿qué del cine de terror tradicional pervive en El bebé de Rosemary? Y ¿en qué medida se presentan innovaciones? Serán las preguntas-faro que guiaran este trabajo.

CONTEXTO DE PRODUCCIÓN, CIRCULACIÓN Y RECEPCIÓN DE
EL BEBE DE ROSEMARY”
            Famoso por tres convulsiones sociales que buscaban cambiar el mundo[1] y algunos bombardeos[2] que casi lo anulan, 1968 es también el año en que se estrenan tres films que resquebrajaron el estilo de la ciencia ficción y del terror[3] en el cine: “2001: Una Odisea al espacio” (Stanley Kubrick, Estados Unidos);  “La noche de los muertos vivientes” (George Romero, Estados Unidos) y “El bebe de Rosemary” (Roman Polanski, Estados Unidos).
            Aunque no constituyeron un programa conjunto ni homogéneo, frente a los cineastas de generaciones anteriores y a otros que le son contemporáneos, los directores que se agolpan en el párrafo de arriba, optaron por poner en escena un desencuentro entre lo siniestro y la alteridad; y/o un encuentro entre el peligro y la identidad.
El uso del razonamiento y la técnica como carácter inaugural pero, también, devastador del ser humano en “2001:una Odisea al espacio”; los vivos –por sus costumbres de clase, consumo y egoísmo- como villanos en medio de muertos con hambre[4] en “La noche de los muertos vivientes”; la cosmopolita New York como pesebre del anticristo en “El bebe de Rosemary” son algunos de los efectos de sentido[5] que denuncian, entre otras cosas, que la amenaza puede adoptar rasgos antropomorfos y cotidianos; que el hombre cobija en su interior instintos autodestructivos.
Como la puntual contemporaneidad parece comprobarlo, el otro denominador común que atraviesa a este grupo de films es el clima socio-histórico: esas condiciones socio-semióticas de producción, circulación y recepción que hicieron posible sus existencias, sus temáticas, los modos de abordarlos, sus enunciaciones, sus elecciones estéticas y estilísticas, sus lecturas… es decir sus formas y sentidos.
Corrían los últimos años de los sesenta en Norteamérica. John Kennedy había sido electo presidente allá por 1961; el país se convertía en garante del capitalismo y estaba dispuesto a intervenir militarmente en los lugares del mundo donde lo considerara necesario. Estas propuestas de representación y percepción cinematográficas son hijas de un sentir a la vez reaccionario y pesimista frente a ese contexto; expresan una sensibilidad paradójica que parece ir a caballo entre:
*    “Un interés por la violencia; una preocupación por lo sexualmente perverso; un deseo de armar bullicio; un talante anti-cognitivo y anti-intelectual; un esfuerzo por borrar de una vez por todas las fronteras entre el “arte” y la “vida”; y una fusión del arte y la política” (Bell, 1976/1994: pág. 122);  pero también:
*    Un proceso que transformó los saberes que el proyecto sesentista de emancipación consideraba mas fértiles como instrumentos de lectura y de cambio (grosso modo las “ciencias humanas”) en inspiración y alimento de esa lógica de mercado que en un principio denunciaba (Pauls, 2010)

La colocación del sexto largometraje de Román Polanski, El bebé de Rosemary, dentro de estas innovaciones estético-discursivas y contestatarias es ambigua. En un sentido se puede decir que forma parte de la renovación porque además de compartir lo epocal, plantea que el anticristo puede estar entre nosotros, ser un niño nacido de una mujer mortal o el producto de un delirio; y, además, que nuestros vecinos pueden ser el enemigo. Sin embargo, en otro sentido y más allá del tratamiento “realista” que Polanski plasma en la película, se respetan muchos de los cánones iconográficos del género de terror tradicional (Hormigos Vaquero, 2003): hay brujos excéntricos, rituales satánicos, usos típicos del claro-oscuro, talismanes, énfasis en la simbología cristiana, etc.
Sólo desde ese lugar bisagra, lleno de oscilaciones y hasta de contradicciones, podemos aproximarnos a algunos de los elementos que componen el film El bebé de Rosemary.


MODALIDADES DE ENUNCIACIÓN:

Un discurso es un espacio habitado,
rebosante de actores, de escenarios, de objetos
 y  leer es “poner en movimiento” ese universo.  
(Eliseo Verón- 1984/2004-,  Fragmentos de un tejido, pág. 181)
  1. EL ESCENARIO: EL EDIFICIO DAKOTA


Las primeras noticias que uno puede tener del Dakota suelen ser escalofriantes. Desde la tasación de sus departamentos[1] hasta las gárgolas de su arquitectura, pasando por las leyendas negras[2] y los requisitos de admisión que supuestamente imponen los inquilinos, cada componente del escenario principal de esta historia intimida. Es un depósito de rumores y misterios que tanto el tiempo como la predisposición no hacen más que reforzar[3]. Ritos satánicos, suicidios, asesinatos célebres, ruidos y olores extraños son algunos de los significantes populares que se imantan a su imagen y la espesan, que la recubren de mitos[4] e imaginario.
La elección del Dakota como representante de la vieja y victoriana casa Bramford, entonces, más que reconstruir el entorno sobre el que se desarrolla El bebe de Rosemary, pone en juego (se adhiere y actualiza) toda una constelación de mensajes e imaginarios que no solo in-forma donde suceden los hechos sino, también, a qué se le puede temer. Condiciona el tono de la mirada y de la narración, las empuja y las define en función de lo que se cree acecha en el famoso inmueble de la calle 72.   

B. LOS PLANOS DETALLES:

Pocos son los planos-detalle en esta película[1]. Apenas un pavo para la cena, el anillo de un Papa Satánico, un talismán relleno de raíz de tanis[2], un pesebre y Rosemary consumiendo carne casi cruda. Los elementos que adquieren dimensiones macroscópicas aparecen, sin embargo, como productos de una elaboración semiótica previa, articulada en otra parte; no en la imagen que invade la totalidad de la pantalla sino en un paisaje discursivo y cultural que la excede. Todos estos planos parecen estar investidos y amalgamados a lo que Roland Barthes  (1980/1989) denomina un studium, es decir, suponen en el espectador un adiestramiento, una conciencia y un saber que acoplará estos elementos a simbologías y premisas (en este caso) cristianas.
Ese énfasis en las tradiciones religiosas le permitiría a Charles Derry proclamar que El Bebé de Rosemary es una típica película de terror sobre el demonio. Sin embargo, Polanski aprovecha esta forma institucional de representar al diablo para subvertir al género desde adentro (Hormigos Vaquero, 2003). Así, los planos-detalle no sólo agregarían un par de balizas e indicios para organizar las líneas narrativas y sus direcciones, o para revelar poco a poco el posible final; sino que la condensación e inversión que operan sobre el credo cristiano también insinúan una dimensión crítica que apunta y dispara sobre creencia e, incluso, instituciones que, de alguna manera, las imágenes y los discursos que rodean el nacimiento de Jesucristo legitiman: la familia, la iglesia, la adoración del infante (y la suposición de su bondad), la humildad, la virginidad, entre otros.


LAS RENOVACIONES EN EL CINE DE TERROR

A.      INTERIORIZACIÓN Y COETANEIDAD DE LO SINIESTRO:
Desde los créditos del film Polanski hace nacer una relación incómoda entre el contexto y el escenario. El plano de establecimiento nos muestra (de modo horizontal[3]) una New York luminosa y moderna que, de pronto, es desgarrada gracias a ese territorio de-solado al que ingresan los protagonistas. Esa primera operación, sirve de mapa y calendario y, precisamente por su carácter cronotópico[4], introduce en el paisaje un contratiempo.
Anacronismo/contemporaneidad; parsimonia/vértigo conviven en el relato desde el comienzo no de forma contradictoria pero, tampoco, armónica. Los primeros elementos de estas antimonias aparecen principalmente en el escenario y los segundos, en el contexto. Por un lado, entonces, las velocidades y los ritmos de la Bramford son aletargados y parecen, incluso, estar en suspenso, tomando solo entidad en la medida que algún injerto sonoro (el tic tac del reloj), corporal (el crecimiento del vientre materno) o de vestuario (minifaldas, mangas largas) nos recuerdan su existencia. Por otra parte, las calles de la ciudad son tan precipitadas que atropellan[5], aturden[6] y actúan como la periferia de un agujero negro que succiona todo hacia su centro de tal forma que el contexto más que una vía de escape es un lugar que devuelve al interior[7].
Altercados parecidos –matizados sobretodo por el punto de vista emotivo-valorativo de la protagonista[8]- brotan de los vínculos que se establecen entre los interiores y los exteriores. Las aberturas y las fuentes de luz interpretan minuciosamente y con gran disciplina los estados anímicos de Rosemary:

*    Si ella está alegre (al menos estable) o cree poder encontrar ayuda en el medio: las ventanas del escenario están abiertas, se ven las cortinas moverse por el viento, la luz del sol y los ruidos de la ciudad ingresan a través de ellas y es posible visualizar edificios detrás de sus vidrios.

*    En cambio cuando la protagonista filtrea con las sospechas, los miedos y la locura[9]: las mismas ventanas están cerradas, dan hacia rejas o paredes; las únicas puertas que quedan abiertas son la de los armarios y las alacenas[10], las fuentes de luz son cubiertas por los cuerpos o quedan, deliberadamente fuera de campo.

Tal vez son detalles mínimos, “casuales”, pero así anudados puede que en unos insinúe un germen pero en el otro (en el exterior) no el antídoto.  Coquetea con esa posibilidad: el teléfono –representante de la modernidad y lo externo- promete ayuda y golpea para defender; amaga dar un golpe importante, pero no puede evitar que lo siniestro prosiga su obra porque eso corrompe desde adentro, desde el interior, y, por lo tanto, se traslada con el cuerpo mismo.

 
A.      LOS DOS FINALES POSIBLES:


 Como si fuera un discípulo de Todorov (1970/1981), Polanski mantiene hasta el final e, incluso, más allá de él, la ambigüedad. Nunca tendremos la certeza de si el hijo de Satán ha nacido o es solo el delirio de una mujer embarazada: ¿realidad o locura? “¿verdad o ilusión? Llegamos así al corazón de lo fantástico. En un mundo que es el nuestro, el que conocemos, sin diablos, sílfides, ni vampiros se produce un acontecimiento imposible de explicar por las leyes de ese mismo mundo familiar. El que percibe el acontecimiento debe optar por una de las dos soluciones posibles: o bien se trata de una ilusión de los sentidos, de un producto de imaginación, y  las leyes del mundo siguen siendo lo que son, o bien el acontecimiento se produjo realmente, es parte integrante de la realidad, y entonces esta realidad está regida por leyes que desconocemos. O bien el diablo es una ilusión, un ser imaginario, o bien existe realmente, como los demás seres (…) Lo fantástico ocupa el tiempo de esta incertidumbre.” (pág. 15)
            Pero si bien estaremos siempre en la duda del final (sea cual sea nuestra simpatía y nuestra antipatía), nos parece, que de algo sí podríamos estar seguros. Ambas soluciones, están apoyadas en esa hipocresía burguesa que supone a veces la  “hipótesis represiva” de la que hablaba Michel Foucault allá por 1976 (1996). Es decir, que, por un lado El bebé de Rosemary parece escandalizarse y denunciar los tabúes sexuales que  impone la sociedad[1], y las estructuras elementales de parentesco que propone nuestra sociedad occidentalizada como el espacio más idóneo para confiscar la crianza de cualquier niño[2], etc. Pero, no obstante, parece conforme con (y, por lo tanto, legitimar con sus discursos estéticos y enunciativos) los dispositivos de saber y poder que esta hipótesis es capaz de generar. Nos referimos particularmente a:
*   La histerización de la mujer: “la Madre, con su imagen negativa que es la “mujer nerviosa”, constituye la forma más visible de la histerización” (Foucault, 1976/ 1996, pág. 127); y
*   La infantilización de la maldad (Foucault, 1975/ 2001).
Bibliografía

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*       Aries, P.  (1987). El niño  y la vida familiar en el antiguo régimen.  Madrid: Taurus. (Org. publicado en 1960)
*       Bajtin, M. (1988) Teoría y estética de la novela. Buenos Aires: Taurus (Org. publicado en 1980)
*       Barthes, R. (1980)  Mitologías. México: Siglo XXI. (Org. publicado en 1970)
*       Barthes, R. (1989). La cámara lúcida. Nota sobre la fotografía. Barcelona: Paidos (Org. publicado en 1980).
*       Barthes, R. (1999). El Susurro del lenguaje. Mas allá de la palabra y de la escritura. Barcelona: Paidos.  (Org. publicado en 1971)
*       Bell, D. (1994). Las contradicciones culturales del capitalismo. México: Alianza. (Org. publicado en 1976)
*       Charaudeau, P. (2003). El discurso de la información. La construcción del espejo social. Barcelona: Gedisa. (Org. publicado en 1997).
*      Foucault, M. (1996). Historia de la sexualidad 1: La voluntad de saber. México D.F.: Siglo XXO. (Ed. Org. 1976)
*      Foucault, M. (2001). Seminario: Los anormales. Buenos Aires: Fondo Económico de Cultura. (Curso dictado en 1974-1975)
*       Hormigos Vaquero, M. (2003). Guía para ver y analizar La semilla del diablo: Roman Polanski (1968). Octaedro: Barcelona.
*       Levin, I. (1996). La semilla del diablo. Barcelona: Grijalbo Mondadori. (Org. publicado en1967)
*       Pauls, A. (2010). Despiadado west. Buenos Aires: Pagina 12.
*       Plata Pineda, O. (2009). 2001: Odisea del espacio, relato de la modernidad. Extraido de: http://www.google.com.ar/url?sa=t&source=web&cd=1&ved=0CBsQFjAA&url=http%3A%2F%2Fwww.politecnicojic.edu.co%2Fluciernaga%2520v2%2Farchivospdf%2FPLATA_3.pdf&rct=j&q=odisea%20al%20espacio%20Y%20MODERNIDAD&ei=R_T0TZfmPNKw0AGtu4nsDA&usg=AFQjCNE7ETi3k8U1JPpix-64oHUJC9YzQg&cad=rja
*       Polanski, R (2001). DVD El Bebé de Rosemary según la edición para la Paramount Home Enterteinment.Pelicula estrenada originalmente en 1968.
*       Tocando el viento (2011). Foro sobre El edificio Dakota. Extraído de:
http://expresionculturarte.forums2u.com/t339-el-edificio-dakota
*       Todorov, T. (1981)  Introducción a la literatura fantástica. México: Premia editora. (Org. publicado en 1970)
*      Verón, E. (2004). Fragmentos de un tejido. Buenos Aires: Gedisa. (Org. publicado en 1984)
*      Verón, E. (1993) La semiosis social. Fragmentos de una teoría de la discursividad. Barcelona: Gedisa. (Org. publicado en
*      Villarquide, M. (2006). Roman Polanski: Visiones siniestras de lo cotidiano. Extraído de: http://multidoc.rediris.es/edocuinfo/index2.php?option=com_content&do_pdf=1&id=115.
*      Wood, R. (1987).  An introduction to the american horror Films.  En Waller, G. (Ed) American horrors: essays on the modern American horror film.  Estados Unidos: Universidad de Illinois. (Org. Publicado en 1979).


[1] Planteando, por ejemplo, que se puede concebir al niño en medio de una orgía ( imagen irónica que por un lado enlaza el pecado a la sexualidad, y por otro se mofa a la virginidad y la monogamia, arriesgándose a que la película sea sancionada como “condenada”- C- como efectivamente sucedió).
[2] La familia nuclear y típicamente edípica: mamá, papá e hijos.





[1] La mayor parte del film está enmarcada en planos medios que muestran a los personajes de la cintura para arriba o de la cintura para abajo.
[2] La pimienta del diablo.
[3] Tal vez  Lacan y su pandilla de psicoanalíticas encuentren irresistible otorgar a estos planos horizontales, los prestigios especulares y de reconocimiento que conlleva la relación con el semejante, con el otro (sin mayúscula) que se produce a partir del estadio del espejo.
[4] Bajtin (1980/1988) define el cronotopo como la forma en que la obra procesa el tiempo y el espacio, más que como categorías trascendentales, como percepciones subjetivas e ideológicas.
[5] En los últimos minutos de la película, Rosemary casi es atropellada por un taxi al cruzar la calle.
[6] El volumen de los sonidos de fondo aumenta cuando se trata de escenas filmadas en exteriores y, en particular, en las calles de la ciudad.
[7] Cuando Rosemary sale del edificio, y más aun cuando esa salida supone la búsqueda de ayuda, siempre alguien la lleva nuevamente a la Bramford. Así, cuando ella se va a encontrar con Hutch en el café, porque él tiene algo importante que contarle, la señora Castevet la encuentra en un escaparate y la acompaña de vuelta a casa; y, cuando Rosemary intenta huir de aquellos que ella considera sus enemigos en los últimos minutos del film, y recurre al Dr. Hill, éste llama a su marido y al prestigioso médico amigo de los Castevet que la ha asistido durante todo el embarazo, que finalmente la van a buscar y la escoltan hasta el siniestro edificio.
[8] Nosotros...  estamos con Mia.  Es decir,  estamos con Rosemary.  Nosotros,  me refiero al público. Se refleja su punto de vista. Todo el film se muestra desde su punto de vista. Como el libro, está escrito casi todo en primera persona. No hay una escena en el film que no pueda ser vista por Rosemary. Es un punto de vista muy subjetivo” (Entrevista a Román Polanski, 2001)
Además de algunos planos en contrapicado que muestran la escena desde su posición, la falta de episodios en las que ella no participa parecen probar lo que declara Polanski: que la cámara (en armonía con la novela) atribuye la mirada y la enunciación a Rosemary. Es un punto de vista excluyente que solo permite conocer al resto de los personajes por lo que hacen o podemos imaginar que hacen cuando ella los ve y/o los  escucha. Pero es además, un punto de vista que desde el mismo título predispone al espectador a una empatía fatal con ese personaje.
[9] También demostrado a través de un estado físico deplorable impregnado de palidez, ojeras y pérdida de peso.
[10] Es decir puertas interiores que conducen a más interiores o paredes.



[1] Que según vox  populis la tasación de un departamento de este edificio se aproxima a los ocho millones de euros.
[2] Cuentan las leyendas que a principios de siglo solían reunirse en este edificio grupos satánicos pues se suponía que el solar donde se erigía concentraba las fuerzas maléficas. Se comenta, también que fue el hogar de algunas celebridades siniestras como el actor Boris Karloff (ícono del cine de terror desde principios de la década del veinte), Edward Alexander Crowley (1875-1947, más conocido como la “Gran Bestia del Apocalipsis”, ocultista y mago negro), y Gerald Gardner (1884- 1964, ocultista y sumo sacerdote de una religión neopagana llamada Wicca que incluía entre sus ritos la hechicería, aparentemente Polanski se habría inspirado en su figura al moldear los rasgos de los brujos que aparecen en El Bebé de Rosemary).
[3] Durante el rodaje de la película Mia Farrow (la protagonista) tuvo algunas crisis de nervios y desequilibrios emocionales que la llevaron a separarse de Frank Sinatra.
En 1969, un año después de haberse estrenado “El Bebé de Rosemary”, la esposa de Román Polanski (Sharon Tate) fue asesinada. Un grupo de satanistas liderado por Charles Manson (que había realizado manifestaciones frente al Dakota para impedir el rodaje de la película) ingresó al departamento de Sharon en Cielo Drive, y con un tenedor mató a la mujer, al bebé que llevaba en su vientre y a los cuatro amigos que la acompañaban en ese momento.
El 8 de diciembre de 1980 otra cosa sucedía en la entrada del Dakota: John Lennon era asesinado por uno de sus fanáticos. Mark David Chapman disparó cinco veces contra el famoso cantante, y declaró, luego, haber recibido órdenes de Satanás para proceder de esta manera. Actualmente, Yoko Ono, la mujer de Lennon, continúa viviendo en el edificio.
[4] Por que, según Roland Barthes (1971/ 1999), “lo mítico está presente en todas partes en que se hacen frases, en que se cuentan historias“ (pág. 86)