FICHA
TÉCNICA
Título original:¿Quién puede matar a un niño?
Apta para:----------
Duración: 112 minutos
Fecha de estreno: 1976
Nacionalidad: España
Dirección: Narciso Ibáñez Serrador
Productor: Manuel Salvador
Distribuidora: Penta Films
Guión: Narciso Ibáñez Serrador (con el seudónimo de Luis Peñafiel)
Guión: Narciso Ibáñez Serrador (con el seudónimo de Luis Peñafiel)
Obra literaria en la que se basó: El Juego de los niños (Juan José Plans,
España, 1976)
Música: Waldo Ríos
RESEÑA : OJO X OJO
Las tropas rusas han liberado el campo de
concentración de Auschwitz. Las SS se apresuraron a ejecutar y quemar a los
prisioneros. Los hornos llegaron a ser insuficientes optándose por incinerar a
los cadáveres al aire libre. Se ha permitido el acceso al pueblo polaco para
que sea testigo de lo que ocurría tras las alambradas del campo.
Los prisioneros eran tatuados para su posterior identificación. Algunos fueron utilizados en experimentos de laboratorios tales como inoculación de microbios, implantación de células cancerosas, injertos de piel, etc. A muchos niños se les destinó a estos experimentos. En pantalla vemos a un menor que fue trepanado provocándole una hemiplejía irreversible.
Los prisioneros eran tatuados para su posterior identificación. Algunos fueron utilizados en experimentos de laboratorios tales como inoculación de microbios, implantación de células cancerosas, injertos de piel, etc. A muchos niños se les destinó a estos experimentos. En pantalla vemos a un menor que fue trepanado provocándole una hemiplejía irreversible.
Estos planos, rodados por las
propias cámaras de las SS, nos muestran a prisioneros obligados a llevar sobre
sus hombros, camino de las fosas, los cuerpos de sus familiares. También las
palas mecánicas que llegaron a utilizarse dada la gran cantidad de muertos.
Documentos capturados prueban que en Auschwitz fallecieron cerca de
100.000 hombres y mujeres de los cuales 40.000 eran niños menores de catorce
años. En el momento de la liberación solo sobrevivían 2 385 menores, casi todos
enfermos de tuberculosis o anemias agudas causadas por falta de alimentos y
atención médica.
La independencia de la India ha traído un éxodo
de millones de seres humanos al tiempo
que altercados, escaramuzas y venganzas conforman una guerra no declarada que
ya ha arrojado un saldo de millón y medio de muertos. Pero las víctimas no son
sólo causadas por esta guerra ya que las poblaciones emigrantes no encuentran
asilo teniendo que agruparse en improvisados campos donde se carece de agua y
alimentos. Las imágenes nos muestran uno de los muchos camiones que a diario
transportan hacia las fosas comunes los cuerpos sin vida de ancianos y niños.
La ayuda que sobre India y Pakistán vuelcan las Naciones Unidas no es
suficiente. UNICEF señala que en esta región de la Tierra está muriendo un niño
cada cinco segundos.
Después de tres años y un mes de lucha, el
pasado 27 de julio se firmó el armisticio que ha puesto fin a la guerra de
Corea. Tras la paz, los huérfanos coreanos han encontrado refugio, protección y
alimento gracias a las diversas entidades benéficas norteamericanas y al
incondicional apoyo del gobierno de Washington que ha levantado en las afueras
de Seúl hospitales y centros de recuperación. En estos centros los niños son
atendidos, alimentados y rehabilitados tanto física como psíquicamente; se les
enseña a valerse por sí mismos y a practicar deportes. Tras la guerra y gracias
a esta humanitaria labor miles y miles de pequeños coreanos que han quedado sin
familia aprenderán a enfrentar con optimismo un futuro de paz.
Continúa la guerra en la península Indochina,
en todas las ciudades de Vietnam del Sur se producen constantes manifestaciones
en contra del actual gobierno. Las granadas estallan en las calles cegando
vidas de hombres y de niños. El ejército
de los Estados Unidos ha desembarcado hasta medio millón de hombres,. Estas
fuerzas, sumadas a la indudable eficacia y modernismo de su armamento, llevarán, sin duda, la paz al sudeste
asiático. Los aviones norteamericanos bombardean a diario objetivos militares.
A veces, como las imágenes que vemos en pantalla, las bajas las sufre la
población civil. En la aldea de Tiana han perecido cientos de mujeres y niños
abrasados por el napalm.
Acaba de cumplirse el segundo año de guerra
civil en Nigeria. Las tribus sureñas terminaron por cercar la región de Biafra,
zona más afectada por estos sucesos. La población biafreña huyendo hacia el
norte se ha refugiado en rústicos campos de concentración pero, por la carencia
de alimentos y asistencia médica, la muerte se cierne sobre ellos. Estos males
se unen a la terrible sequía que, desde hace seis meses, azota Mauritania,
Malí, Niger y Chad. Sobre once millones de seres humanos pesa la amenaza de una
muerte por hambre o por sed. La ayuda recibida es insuficiente. Se necesita de
forma imperiosa asistencia médica y alimentos. Como siempre, los más afectados
por esta tragedia son los niños. La Cruz Roja Internacional calcula que hasta
ahora, por deshidratación o falta de alimentos, han perecido más de trescientas
mil criaturas.
Así. Con estos datos y
estas imágenes; con esa voz en off al estilo National Geographic; entre risas y cantos infantiles,
comienza ¿Quién puede matar a un niño? (Narciso
Ibañez Serrador, España, 1976). Como un documental concientizante. Como la
fórmula ideal para iniciar cuentas regresivas de catástrofes
inevitables[1]. O, al menos, para darle algún sentido a la tragedia de Evelyn y Tom, la pareja inglesa que protagonizará
los siguientes 93 minutos del film.
A pesar de sus dudas, Evelyn y Tom son personas bondadosas con los niños. Lo sabemos por sus comentarios y por sus gestos en la tienda de fotografías[2] o en la posada de
A pesar de sus dudas, Evelyn y Tom son personas bondadosas con los niños. Lo sabemos por sus comentarios y por sus gestos en la tienda de fotografías[2] o en la posada de
Benahavís[3].
Tom es un profesor de biología que recuerda con nostalgia el verano que pasó, hace once años, en Almanzora. Evelyn espera su tercer hijo, lleva siete meses de embarazo. Y Almanzora es una isla de España y un anzuelo imaginario para los protagonistas: un lugar adorable que reúne, entre sus atractivos, condiciones previas al capitalismo[4] (carece de multitudes[5] turísticas, de bullicio, de cobertura médica; de medios instantáneos de comunicación y de transporte con el continente; es sereno y la gente no pone llave a las puertas que dan a la calle). Sin embargo Almanzora es, también, un escenario póstumo. Los escombros de lo que estuvo antes y de lo que vendrá después. El paraíso perdido y el Apocalipsis.
Porque nada de todo eso que la isla prometía encantador parece existir sin Tom (y, tal vez, sin el fantasma capitalista). A poco de arribar a la isla él descubre (e intentará ocultarselo a Evelyn) que la isla no se parece en nada a un mundo feliz: los niños juegan y ríen a carcajadas, sí, pero casi no responden a las conversaciones de los adultos y son de rabia mirar… Son, sin duda, la mayoría demográfica; y a decir verdad terminarán siendo los únicos habitantes del pueblo a golpes de bastón, piñatas humanas, telepatías[6] y tijeras…a pesar de las armas, la tecnologías, la policía y las moralinas (es decir, a pesar de las grandes estrategias modernas de dominación, conquista y defensa de los mayores).
Tom es un profesor de biología que recuerda con nostalgia el verano que pasó, hace once años, en Almanzora. Evelyn espera su tercer hijo, lleva siete meses de embarazo. Y Almanzora es una isla de España y un anzuelo imaginario para los protagonistas: un lugar adorable que reúne, entre sus atractivos, condiciones previas al capitalismo[4] (carece de multitudes[5] turísticas, de bullicio, de cobertura médica; de medios instantáneos de comunicación y de transporte con el continente; es sereno y la gente no pone llave a las puertas que dan a la calle). Sin embargo Almanzora es, también, un escenario póstumo. Los escombros de lo que estuvo antes y de lo que vendrá después. El paraíso perdido y el Apocalipsis.
Porque nada de todo eso que la isla prometía encantador parece existir sin Tom (y, tal vez, sin el fantasma capitalista). A poco de arribar a la isla él descubre (e intentará ocultarselo a Evelyn) que la isla no se parece en nada a un mundo feliz: los niños juegan y ríen a carcajadas, sí, pero casi no responden a las conversaciones de los adultos y son de rabia mirar… Son, sin duda, la mayoría demográfica; y a decir verdad terminarán siendo los únicos habitantes del pueblo a golpes de bastón, piñatas humanas, telepatías[6] y tijeras…a pesar de las armas, la tecnologías, la policía y las moralinas (es decir, a pesar de las grandes estrategias modernas de dominación, conquista y defensa de los mayores).
[1] Por que si hay algo peor que la guerra, eso es
la postguerra.
[2] Evelyn se sorprende ante las imágenes que
trasmite el televisor de la tienda de fotografías:
Evelyn:
Tom ¿qué es eso?
Toma
(que hace un instante ha solicitado seis rollos para su cámara y aguarda a que
el vendedor regrese) sube el volumen de la TV
y ambos escuchan:
“Los
sacrificios de los bosos en señal de protesta por la guerra han sido inútiles.
Los
tratando de alcanzar los barcos de la flota
norteamericana que los llevará a Filipinas.
La defensa Bangkok se ha desplomado
estableciéndose un puente aéreo para la
evacuación
de la capital donde reina el caos. Los cadáveres se amontonan al tiempo
que
UNICEFy la Cruz Roja Internacional piden ayuda para más de 30 mil niños heridos
o
huérfanos. Con la Caída de Tailandia… (El protagonista baja el volumen del
televisor)
Vendedor
(Observando el gesto angustiado de Evelyn). El mundo está loco. Lo malo es que
los que siempre pagan el pato son los niños. Si hay guerra, los niños. Si hay
hambre, los niños.
Evelyn:
Tiene razón ¡Qué horror!
Tom:
Sí
Evelyn:
¿30 mil dijieron?
Tom:
Sí (Min. 15.50-17.00)
[3] Evelyn: ¡Que te pasa algo más!
Tom: Bueno, recordaba lo que nos dijo el
vendedor de la tienda de fotografías. Los hombres están locos, pero los que
pagan siempre sus locuras son los niños. (Mira los titulares en el diario y
lee) Ahora que con la caída de Tailandia así entera es de los comunistas, hay
guerra civil en China por la muerte de Mao.
Evelyn: En Asia, en Benahavís no hay guerra.
Tom: En Benahavís hubo una guerra civil, Ivy, y
puede que haya otra… ¿Te acuerdas de La
Dolce Vita?
Evelyn: ¿La
Dolce qué…?
Tom: La
Dolce Vita, una película italiana muy vieja.
Evelyn: No
Tom: En ella se cuenta la historia de un hombre
lleno de paz y sabiduría. Casado y con dos hijos. Amaba a su mujer. No tenía
grandes problemas. Hasta que una noche coge un revolver, mata a sus niños y se
suicida.
Evelyn: ¿Por qué?
Tom: Tal vez para evitarle a sus hijos el mundo
del futuro.
Evelyn (mirándose el vientre): Tú también
querías matarlo.
Tom(acercándose a su mujer y acariciando su
vientre): Por que ya teníamos otros dos y …
Evelyn: Podremos con tres. Y gracias a él
conoceré Almanzora… ¿Estas arrepentido?
Tom: No, claro que no.
Evelyn:
Asesinar a los hijos para que no sufran los errores de los hombres de
hoy… ¡Qué barbaridad! (min. 20.28-22.12)
[4] Siempre teniendo en cuenta que en
todo lugar adorable la bebida oficial es la Coca Cola.
[5] No de comunidades.
[6] Hacemos una breve detención aquí
porque la telepatía entre los niños tendrá un rol muy importante en esta
historia. Aparece en dos oportunidades. Cuando Evelyn le permite a una niña oír
su vientre y cuando la pareja huye hacia el otro lado de la isla (allí donde
los pequeños todavía no han sido “contaminados” pero que se transformarán al
contacto visual con aquellos niños que persiguen a los protagonistas). El
primer episodio es el que más nos interesa en tanto desencadenará, hacia el
final de la película la muerte de la mujer, una muerte desde el interior, desde
su vientre mismo:
Evelyn (llorando) Tom, Tom, está matándome…
están allí arriba, arriba, ¿no oyes cómo se ríen? Se ríen porque ellos saben…
saben que lo que llevo aquí (en el vientre) es… Tom… Tom es… es uno de ellos
(la mujer comienza a golpear su vientre mientras su marido intenta detenerla)…
es uno de ellos ¡está matándome! Tom, Tom, en el bar, en el bar una niña, una
niña se acercó a mí y me tocó. Perdóname, tocó as nuestro bebé (Desangrándose)
Perdóname (min. 1.38.41- 1.40.35)