El hombre que fue otro
(Notas sobre los personajes centrales de la novela)
Hay una demanda sin la cual al Best-seller le resultaría difícil ser calificado culto en nuestro –tan occidentalizado- hábitat: la plusvalía instructiva. Así todo un rosario de curiosidades sociológicas (historia, geografía, clima, política, costumbres) honra la erudición del público, y exige al autor extranjero asumir su propia rareza.
Pero la excentricidad turística no parece responder aquí a un paladar aventurero, sino inaugurar, multiplicar y, al mismo tiempo, anular un prontuario de otredades acaso no tan clisé como el didáctico.
Los casos clínicos de Amos Oz están hechos de una paradoja, de una esquizofrenia natural, de un canje de devenires…
A lo largo de la primera mitad de la novela, Yonatán Lifschitz no hace más que postergar su fuga. La constancia es tan terca como la de cualquier usuario que reclama al 0-800. El hábito, como mínimo, escrupuloso. Paralizarse en el Km. 0, en esa zona neutra donde nada hay y, sin embargo, todo es posible; donde la inmovilidad da –proclaman los budistas- sensación de libertad; suele ser menos traumático, y más entretenido, que admitir la asincronía entre la vastedad del deseo y el peso de la realidad.
Ahora bien, ¿qué pasa cuando el método de la atonía comienza a exasperar? Entra en escena (exaltado) Azarías Gitlin: la antítesis perfecta del buen sedentario, el otro… Coincidencia brutal, que, lejos de oponer identidades, pone en funcionamiento una disparatada máquina programada para evitar que alguien salga herido, deje un vacío o se quede con las ganas.
Pero, para que el drama no se disuelva (o para que se active), algo faltaba: la resaca de alquilar vidas ajenas.
En efecto, el paraíso no estalla del otro lado del espejo, se destripa. El prófugo es devuelto, entonces, a su remitente. Y el principio irrumpe sobre el final: ligados, entre otras cosas, por un cordón umbilical de procedencia dudosa[1], los personajes de la historia condensan (tal vez) sus singularidades, comprendiendo (acaso) que esa compulsión por ser distinto no es mas que la reacción instintiva ante el saber que todos sentimos o fingimos sentir lo mismo (amor, soledad, desgano, utopías) y en eso todos nos parecemos.
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