25/8/16

DRÁCULA (Tod Browning, 1931)- Spoiler-



Sin ningún tipo de rodeo la adaptación cinematográfica de la adaptación teatral de la síntesis esquemática de la novela de Bram Storke (1897) disipa de entrada cualquier pregunta ¿quién? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué?
Estamos en Transilvania (Rumania) y es Noche de Walpurgis: Nosferatu y sus esposas saldrán de sus ataúdes hechos vampiros y hombres lobos para beber la sangre de los vivos. Puertas y ventanas deben cerrarse antes de la puesta del sol. Los pueblerinos rezan, se santiguan y portan amuletos en forma de cruz. Pero un negocio es un negocio piensa Renfield y ahí va, a meterse a la boca del lobo y del vampiro dentado ¡Glups! ¡Glups! Se transforma en súbito del Conde Drácula más dandy de la Historia (Bela Lugosi), se encarga de radicarlo – con el arsenal de tierra natal necesaria para que descanse de día- en Londres, donde es tomado por un loco papamoscas y como pista que guiará a Van Helsing hacia el verdadero peligro: el donjuán no-muerto que ya ha comenzado a mordisquear chicas bonitas por la civilizada ciudad.
Lo que sigue son los intentos caseros –porque casi todo sucede dentro de la mansión del director del loquero- de un famoso científico por convencer a sus pares (con unos diálogos dignos de un manicomio pero que pronunciados por aristócratas y gente del saber adquieren legitimidad) que “la superstición del pasado puede convertirse en la realidad científica del presente “(min 31) y de salvar a Mina (la pura, comprometida y escuálida hija del dueño de casa) de la lúbrica influencia del Vampiro. Espejos, ramas de guardalobo, crucifijos, por ser un hombre “que no ha vivido ni una vida” Van Helsing es bastante astuto. Pero no es eso lo que lo hace héroe: el Doctor es además un ser bonachón, urbanizado, inteligente, cristiano, tiene una voluntad de hierro y sabe perfectamente cuando, donde y a quién clavarle una buena estaca.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario