29/10/16

EL CASERÓN DE LAS SOMBRAS (THE OLD DARK HOUSE, James Whale, 1932)


La segunda colaboración de Whale con Boris Karloff se pone en marcha, precisamente con un atascado, cuando el mapa de parte del elenco alcanza el pico máximo de la fidelidad y el realismo: está completamente embarrado y deshecho como la carretera misma. La pareja malhumorada y su gracioso amigo quedan abandonados, entonces, a su suerte y el caserón  robusto y siniestro, es la única chance. No son los únicos, pronto se unirán a ellos un empresario verborrágico y la extrovertida bailarina.
Hay varias formas de ver El caserón de las sombras.  Una es verla como una fusión extravagante de comedia y terror, suerte de cámara oculta que trenza al grupo de viajeros en intrigas, peligros y romances absolutamente maníacos. La segunda es verla como una compilación de personajes pintorescos y bizarros actuando -en un mismo espacio- tiempo y como en dos bandos sociales-  sus trastornos clínicos: por el lado de los supuestos normales: la pareja de reciprocidad negativa (kaymona Mossey y Gloria Stuart, mujer que tal vez recuerden como la viejecita del Titanic), el sujeto patológicamente cínico (Melvyn Douglas), el viudo que no logra lidiar, con dinero, su duelo (Charles Lauthton) y  la bailarina despreocupada por demás (Lilian Bond) . Por el lado de los desquiciados, formidablemente filmados con cámara en mano, los domiciliados: el mayordomo mudo, medio suturado (por si al espectador se le pasó por alto en los títulos y en los carteles que  Boris Karloff es el mismo actor de Frankenstein) a quién un poco de wisky le sube a niveles peligrosos la libido (sexual y agresiva); Rebecca Femm (Eva Moore), sorda, soltera archi-religiosa, directa y despiadada; Horace Femm (Ernest Thesinger), anfitrión más amable que está, sin embargo, tan desorbitado como consumido por los miedos, las obsesiones y la irritación casi alérgica que le provocan los suyos; Sir Federick Femm (interpretado por la escalofriante Elspeth Dudgeon) longevo postrado de risita diabólica y gestos de perfecta locura que materializa la pesadilla de cualquiera, y finalmente, rl piromaníaco Saulo (Brember Wills) que sale del closet y quiere destruirlo todo.

Y la tercera es verla – al decir de Gilbert, 2009- como un coitus interruptus: como una historia que empieza como un ciclón, promete chispas, acción, combustión total y finalmente el simpático picaflor – luego de haber luchado contra el monstruo- con una venda enroscada en la cabeza, teniendo en cuenta que amanece, le promete matrimonio a la libertina con la que compartió casi sesenta minutos. Eso, eso te la baja. 

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