23/10/16

WHITE ZOMBIE/ LA LEGIÓN DE LOS HOMBRES SIN ALMA (Victor Halperin, 1932)


A simple vista (valga la redundancia) esta película lo que precisa es una visita urgente al oftalmólogo.
En principio porque mientras la Real Academia Española (2014) denomina legión a un “número indeterminado y copioso de personas, de espíritus, y aún de ciertos animales”, sus traductores o son tan humildes que 5 les parece “copioso” o sufren mltipoplía, la afección visual que consiste en percibir varias imágenes de un solo obsjeto.
Siguiendo por los fondos de ojos que, cada dos por tres, se clava el hipnótico Bela Lugosi (el monstruo del film, como no podía ser de otra manera)
Y  rematándola con los trastornos de enfoque más desorbitantes. Una pareja americana es invitada a Haití para contraer matrimonio en los lujosos aposentos de un casi total desconocido. El anfitrión está tan evidentemente enamorado de la dama que con tal de tenerla es capaz de venderle el alma (la de ella y la propia) a un zombie blanco escoltado por dos pares y medio de autómatas a quienes -después de una muerte breve y un hechizo vodoo- se sumará Madeleine (la protagonista). Mientras tanto el desconsolado marido y un misionero americano que conoce el ambiente desde hace treinta años, descubren el trasfondo del asunto y tiran por la borda – de un precipicio- los engranajes de la brujería.

En efecto, todo parece hacer foco en un drama privado y romántico; y sin embargo sobre su fondo, difuso, destellan algunas claves: tener, contrato, transacciones, hombres blancos sin alma alfas, muertos vivientes negros a quienes “hacen trabajar en los campos y en las refinerías de azúcar” (min. 5.00): Haití: esa es la clarividencia del film: insinuar (no se sabe si consiente o intuitivamente) el rol histórico de primera magnitud que ha cumplido “la esclavitud afroamericana en América Latina –y muy en particular en el área del Caribe y las Antillas- (…) en la conformación de lo que Immanuel Wallerstein ha denominado economía- mundo, o bien (más ampliamente) sistema- mundo capitalista moderno. (… Cómo) ha sido uno de los factores centrales que hicieron posible la emergencia de lo que suele llamarse la “Modernidad” europea occidental, por supuesto desde un punto de vista económico-social (…) pero también político-cultural ya que – en el contexto amplio de la administración colonial por parte de las metrópolis- contribuyó a la “racionalización” (…) de los grandes Estados Nacionales y su organización legal-burocrática, así como a la construcción de una “identidad” cultural europea definida en relación a un(os) Otro(s) radical(es), y en este caso particular a la negritud africana: esto incluye (como contracara “negativa”) la generación de la forma específicamente moderna del racismo, en tanto ideología justificadora orientada a “disolver” la contradicción entre la explotación de fuerza de trabajo esclava y los ideales modernos de libertad individual” (pág. 33). Algo acerca de lo que el lector interesado podrá convencerse (o no, eso depende) si se remite a La oscuridad y las luces. Capitalismo, cultura y revolución, el magistral texto de Eduardo Gruner (2010) del que se escapó esta cita. 

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