¿Cómo
reconocer a simple vista a un artista del graffiti? Quizás estos estereotipos
puedan ayudar: son urbanos como los taxis, se visten como hip hoperos, hablan a
cámaras enmascarados como terroristas, se mueven en los peores antros de la
ciudad como peces en el agua y juran que todo lo que hacen lo hacen movidos por
una rabia que se niega a morir: la rabia contra el sistema.
Es una
suerte que para Jon Reiss las cosas no sean tan sencillas. Bomb it, el
documental que dedicó 2004 a la cultura del graffiti prueba que lo interesante
de estos artistas, que cambiaron las telas por las calles, es justamente su
identidad vacilante, su indefinición, la manera desafiante en que eluden las
clasificaciones y operan en varios frentes a la vez: la escritura y la pintura,
el arte y la intervención política, la autoafirmación personal y la expresión
militante, la belleza y el delito.
Siguiendo
la ruta de la cultura graffiti, Bomb
it recorre prácticamente el
mundo occidental entero como si ya no hubiera muro, o plaza, o vagón de tren, o
túnel o barco que no haya sido bautizado por esa fiebre de terrorismo tipo
gráfico que hoy forma parte de cualquier paisaje urbano. Reiss parte de la
Nueva York de los setenta y se demora en París, Holanda, Palestina, Berlín,
Barcelona, San Pablo, Tokio y Ciudad del Cabo; y en el camino explora
vida y obra de la familia planetaria de los graffiteros.
Versión
figurativa del antiglobalitismo global, la cultura graffiti cambia de lenguas y
de costumbres, se vuelve más política o más estética; se aplaca o se
radicaliza, pero siempre enarbola la misma bandera: la pasión de marcar,
tatuar, dejar una huella en el espacio público, quizás como otros (hace miles
de años) dejaron marcadas las palmas de sus manos en la pared de una cueva
mítica.
Presentación realizada por Alan Pauls el 3 de marzo de 2010 en el marco del ciclo Street Art Docs en Primer Plano I.Sat.
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