El hombre de las figuras
de cera (1924) podría
ser cuatro películas en una: la de un poeta muerto de hambre contratado por un
animador de feria, que escribe cuentos acerca de unas estatuillas de cera
mientras la hija del usuario lo espía por encima del hombro; y la de las tres
figuras-vela: Harun-al-Rashid (el ciclotímico, ridículo y poderoso oriental que
se enamora de mujeres bonitas, ordena matar gente inocente y al rato persona
crímenes garrafales); Iván, el Terrible (que se deleita interrumpiendo casorios
para hacer suya a la noche solamente por una noche, se frota las manos mientras
tortura mental y físicamente a las víctimas que envenena colocándoles un reloj
de arena frente a sus ojos para que sepan exactamente en qué instante morirán;
y se enloquece- como Mabuse y el Francis de Caligari-cuando
descubre un reloj con su propio nombre); y Jack, el Destripador (que persigue
sin cesar al poeta muerto de hambre y a la hija del animador-que al parecer se
gustan- entre los tiovivos y las vuelta al mundo que giran y giran en la
feria). Pero pensándolo bien el film de Leni quizá no cuente cuatro ni tres ni
muchas historias sino la misma y única pesadilla: la que asume la vida bajo los
caprichos de un tirano.
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