Todo Estaba montado (paisajes, cámaras,
equipo técnico), King Kong estaba quedándose
con los números rojos y el cuento de Richard Connell (1924) era perfecto. Así
nace El malvado Zaroff, como una
intervención de rescate presupuestario, como un verdadero prodigio del
reciclaje, de resaca y, suerte para ellos, de plusvalía.
Es en esa dimensión satelital, paralela
y nocturna a la vez donde los materiales de segunda mano conjuran la siniestra
aventura de Robert, un cazador que naufraga con su reloj super archi sumergible
y va a parar a la isla que un conde cosaco diseñó especialmente para saciar su obsesión:
dar caza a los machos de su propia especie y gozar orgásmicamente, luego, de
sus hembras.
¿Podrá la experiencia deportiva de
Robert salvarlo de las artimañas de Zaroff? ¿logrará resguardar la pureza de
Eve, la inteligente sama que llegó también a la isla por los programas de desvío
ruso del anfitrión y que ya ha visto desaparecer a tres de sus compañeros?
¿Tomarán conciencia los protagonistas y los espectadores del peligro ecológico
que arrastra matar animales por mera diversión? La estructura narrativa clásica
(rematada con sus Happy ends) pueden
dar respuesta a las primeras preguntas. La última, sin embargo, sólo depende de
usted.
Les dejo el link para que se deleiten al ver cómo reutilizaron los materiales de King Kong:
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